Hoy me he decidido a escribir para los que buscan madres calientes o una jefa cachonda cuarentona. Algunas dicen que está hecho por la misma persona. No, puedo asegurar que me llamo Vanessa, soy madura insatisfecha y ¡sí!, trabajo en un banco. Llevo una vida lo que se puede decir correcta de puertas para fuera, nadie diría lo que verdaderamente me conmueve. Estoy hablando correctamente todo el día, desde que entro en mi despacho del banco y salgo a las 14:00 de la tarde. Lo dirijo desde hace más de diez años.
Soy una gestora de banco, con poder decisivo en todas mis acciones, mientras estoy en horario laboral. Puedo o no concedo hipotecas, abro o cierro puertas a emprendedores que ansias de avanzar y decido si contestar o no a un correo que me envían en mi bandeja de mails. Pero lo que sí no puedo decidir desde hace dos semanas, es cuando me llama Arthur, y me dice que quedemos donde siempre.
Arthur es un joven, mucho más que yo, un yogurín que me vino al banco con expectativas de conseguir una beca para sus estudios aquí en España. «¡Sí, lo llevas claro!». Me dije, nada más ver entrar al guiri por la puerta de mi oficina. Viene de Inglaterra de Manchester. Lógicamente y dado su vacío curriculum y su desconocido pasado no se la concedí. Pero tras estar hablando en un par de citas bancarias que había concertado conmigo, al final, llegamos a un acuerdo económico-sensorial.
Acuerdo bilateral de jefa cachonda y cliente denegado
En mi trabajo de gestora de banco es muy común la palabra no, la tenemos por bandera. En el 80% de las peticiones y solicitudes que recibimos, estamos entrenadas para decir «no». Arthur recibió ese no nada más estuvimos hablando en mi despacho de la oficina. Pero tras unos momentos de pensarlo, en una segunda entrevista, llegamos a un acuerdo. Yo le podría conceder esa beca para estudiar a través del banco, a cambio, de satisfacer mis necesidades sexuales: ¡ya que me vuelven loca los jóvenes!
Eso solo lo sé yo, y desde que hemos cerrado ese trato, nadie se ha enterado: solo el guiri despistado y yo. Quedamos en un hotel, lo pago yo, yo lo pongo todo, hasta mi coño y mi culo. Y hasta mi boca de gestora de banco reprimida. Le doy todo lo que no concedo en mi trabajo. Es tan extraño como real. Nadie sabe mi verdadera personalidad.
Pero cuando estoy en intimidad con mi pequeño Arthur, me vuelvo una adolescente con ganas de polla solamente. Solo quiero sentirla por todos los poros de mi cuerpo y si es dentro de mi raja o culo, TODAVÍA MÁS.
Ahora las maduras de verdad como nosotras, tetonas y escondidas, salimos a flote con chicos jóvenes cuando queremos, porque internet, o en mi caso, mi trabajo, nos dan esa beneficiencia. No llaméis a una linea erotica visa ni bizum ni tarjeta porque una madura gratuita os espera con la puerta abierta. Mirad mi caso, Arturito no solo tiene su beca de estudios, sino que me tiene a mí, enterita y sin prejuicios.
Confesiones XXX de gestora madura de banco
Para finalizar y si queréis comentad, tanto solo quería confesaros la amargura de mi trabajo, mi vestimenta de carnavales y tener que mostrar quien no soy. Fingirlo a cada momento, desde que empieza mi turno de jefa cachonda, hasta que salgo por la puerta del banco a las 14:00 y respiro tranquila. Actualmente, solamente soy yo real en la intimidad con este joven inglés. Cuando su ímpetu anglosajón me desnuda en medio del salón, cuando a cuatro patas me pone en sofá, antes de la Mascletà. No entiendo lo que dice, ni me importa la verdad. Solo un buen envite en la madrugá, hace que me excite sin parar.
Además, me excita en el momento que yo misma abro mis nalgas para dárselo todo a él, ofrecer sin pedir a cambio y someterme lo que no hago en el banco. ¿Soy una marioneta en sus manos? No, soy una madura con ganas de travesuras y me gusta ser su juguete mientras le chupo su gordo chupete y termina con caliente lefada en mi nalga desaprovechada.








